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Fiestas de erandio

Yo la ayudaba, a eso y a otras cosas. Las que no tenían huerta es en casa. Nuestra casa tenía tres pisos, era de un tío. Abajo tenía un patio y le pidió permiso al tío para poner una fuente. Yo también recuerdo a mi madre bajar con el balde de zinc y llenarlo de agua para subirlo a casa y jabonar la ropa. Luego a aclarar al patio.

Menudo trabajo. Mi abuelo era pescador e iba a Ondarroa a pescar. Vendía allí lo mejor y luego se iba al mercado de la Ribera y en el puesto se vendía el resto. Otra mujer recuerda ir al vertedero de Asua a recoger comida que se había golpeado al transportarla y ya no se podía vender. Mi madre era muy cantarina. Recuerdo que se sabía todas las canciones que sacaban a los pueblos y yo me las fui aprendiendo.

Ayuntamiento de Erandio - Fiestas

Cuando venía mi padre de trabajar le solía decir: Siempre estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo, la gente la quería mucho. Se comía muy buen pescado, huevas, txitxarros, pescadillas…a mi madre le regalaban los marineros el pescado, porque era muy querida, siempre alegre, cantando y ayudando a la gente.

Venían todas las vecinas a oír la novela. Se conservó esa costumbre durante muchos años, el mayor de los hijos varones el que se quedaba con el caserío. Por ese motivo era tan importante que las hermanas se casaran o encontraran una forma de ganarse el sustento. Claro, era el primogénito! Al final harían entre los hermanos, porque el siguiente era cura. Y yo, como era la mayor iba ya a los 10 años a lavar al lavadero y mis hermanos pequeños muchas veces se tenían que quedar solos. A esa edad he ido hasta a Unbe andando a buscar leña, o a Simón Drogas a buscar escarabillas.

La escarabilla era lo que quedaba del carbón después de quemarlo. Eso es lo que me tocó. Al principio no, pero luego con 17 años me coloqué en Frimotor, en la oficina. Hasta entonces iba a la academia a aprender a coser y esas cosas que hacían las chicas entonces. Primero me coloqué en Reme, cosiendo, luego en un taller, donde ganaba pesetas al mes, pero cuando me salió lo de Frimotor eran pesetas a la semana, así que me fui para allí.

Allí estuve trabajando hasta que me jubilé. Cuando vine estaba asustadísima, en un chalet lleno de puertas con habitaciones enormes. Me enseñaron hasta ahorrar, porque cuando nos pagaba el señor nos llevaba a Bilbao desde Neguri, a la Plaza de España para ingresar el dinero en el banco. La vida en el barrio Una de las mujeres, en su infancia, vivió en los barrios de Larraskitu, Enekuri y Otxarkoaga, en Bilbao, y recuerda con mucho detalle cómo era la vida en aquellos años.

Todos los vecinos ayudaban a quien tenía que hacer la casa. Ayer no había nada en un sitio y al día siguiente ya había una casa hecha y la familia dentro con todos los bultos. Salías de la escuela y jugabas con los niños y las niñas, íbamos juntos a la escuela…no veías problemas. Recuerdo que pasaba el coche de Don Fausto y muy de vez en cuando. La carretera estaba para jugar, no había peligro. Una mujer comenta que en el barrio de Arriagas, en Erandio, también tenían que hacer lo mismo.

A mí me echaron una muñeca de cartón, mi hermano me la tiró a un cubo de agua, se hinchó y ya no valía para nada. Yo vivía en un cuarto piso sin ascensor y antes de entrar en mi casa entraba al primer piso, donde vivía una familia con tres hijas. No había llaves, entrabas y salías de las casas como si fueran la tuya. Bueno, esto era así para lo bueno y para lo malo, porque igual se te metía en casa una vecina y se pasaba allí el día, daba igual que estuvieras comiendo, allí se sentaba y se quedaba, sin hacer nada, todo el tiempo que quería.

Yo vivía en Tartanga. En la cocina había cemento y en el pasillo tierra. No había luz, sólo de petróleo y de carburo. Y si te manchabas la ropa la llevabas sucia hasta el domingo. Así era y no pasaba nada. Había que echar agua, no sé cómo bajaba aquello, porque era un quinto piso. Recuerdo que mi madre decía que su padre como era muy gordo, tenía que entrar de espaldas hasta el retrete. Ahí dormíamos cuatro hermanos. Había dos habitaciones, un baño y una sala. Bueno, antes la sala no era como ahora, era comedor. Pero en mi casa sí había luz.

Se hacía vida en la cocina. Recuerdo cuando tenía 6 ó 7 años y un vecino decía que iba a haber televisión, que eran cuadradas y que salía la gente dentro. Mi madre le dijo que prefería una tele y así compramos la primera. Cuando la encendimos no funcionaba y tuvimos que llamar al técnico. La ropa La ropa se hacía o se heredaba, porque no había muchas tiendas. Lo normal era ir a una modista, pero tampoco tenían tantas prendas como hoy en día. Entonces llenaba la plancha con brasas.

Era un trabajo. Niñas y niños jugaban en la calle, estaban a su aire porque casi no había coches y todo el mundo se conocía en el barrio. Éramos muy callejeras, a mí una vez me dio una insolación. Poníamos cabeza con cabeza y le ibas dando hasta que montabas a una y entonces la ganabas. A no ser que consideres que un problema era que comíamos todos los días alubias, sopa, carne con tomate y garbanzos.

No había mucha variación. Estaba también la tienda de Maria Cid, que era una frutería. Había muchas tiendas. Al lado estaba el bar de Roque, que daba a la calle Obieta y a J. L Goioaga. Luego estaba la casa de Etxebarria. Poníamos las camotas una enfrente de la otra y si la montabas la ganabas. Éramos varios vecinos, unos ocho niños. Una vez me tiró y me rompió un brazo. Las chicas éramos sólo dos y una vez que nos habíamos peleado con los chicos, nos fuimos a jugar con un burro que había.

Los chicos le pegaron al burro y lanzó a mi amiga hasta la carretera. Se rompió la rodilla. Si tenías familia ibas al pueblo a pasar el verano, o un mes. Las Navidades Las navidades eran días en los que se reunía toda la familia, pero también las vecinas y vecinos. En la casa vivía mi tía Garbiñe y mi aitite. Todas las navidades íbamos a comer toda la familia, todos los primos, los hijos de los hermanos de mi padre, que eran siete.

Mi primo todas las navidades tenía una colineta enorme. Lo tengo grabado y muchas veces lo he comentado con otros primos. Los recuerdos de las fiestas son muy buenos porque la gente se implicaba en la organización y eran un acontecimiento que todo el mundo esperaba. Y la Sanjuanada de la casa larga era mejor que ninguna. Ayala, que era el basurero, iba con un caballo y un carro. Durante todo el año iba guardando todos los muebles y trastos que la gente tiraba y los sacaba para la hoguera de San Juan.

Había baile, se comía…era muy alegre. Ahí se notaba la diferencia entre familias, porque había quien llevaba hasta jamones enteros. Casi siempre llovía y ponían unas banderitas de papel blanco y azul, que si llevabas la ropa blanca acababas toda llena de manchas azules risas.

Fiestas de San Agustín en Erandio 2014

También había boxeo y se organizaba el concurso del vestido barato, que eran de papel, había baile En Erandio las mujeres han estado siempre presentes en la organización de las fiestas, tal y como cuenta una de las participantes en el proyecto. Era muy buena persona y al igual que a mi madre, le gustaba mucho disfrutar de las fiestas del pueblo; no sólo participaban en las fiestas, sino que ellas mismas organizaban todo tipo de actividades.

Era muy guapo, parecía una mujer y le gustaban las camisas de satén. Vivía en una casita que le ayudamos a hacer en Tartanga entre mi familia y unos albañiles. Era muy amigo de mi madre y también estaba en la Fanfarria. Un día en San Agustines nos dijo que íbamos a representar una boda y que íbamos a ir tocando y cantando por las calles. Así que a las diez de la noche nos vestimos, pusimos a una cuñada mía de novia y a uno muy feo que hacía concursos de feos y todo , de novio. El resto íbamos con plumas y ropa de fiesta, muy elegantes.

Éramos como una comparsa, pero espontanea. No teníamos dinero y nadie nos organizaba. Se corría la voz y aparecía muchísima gente a ensayar; niños y mayores, cualquiera que tuviera ganas de participar. La ropa para cada ocasión se traía de casa, nos íbamos haciendo disfraces y trajes con lo que la gente tenía en casa. En las de Ibarra venía la Unión musical de Santurce, que era una banda muy buena. También había orquestas por las calles, se bailaba por todas partes. Las chicas de Erandio éramos muy majas y venían al baile chicos y chicas de Barakaldo, de Portugalete, de todas partes.

Venían grupos de dantzaris de todas partes, se hacía una bajada preciosa, todo el mundo iba vestido de azul y blanco y nadie volvía a entrar en casa hasta la noche. Había también concurso de balcones, de feos… y en casa hacíamos una comida con todo el vecindario. Qué maravilla, lo tengo grabado. Y a las lentejas también. Mi madre y mi padre trabajaban y aunque no había caprichos, tampoco nos faltaba de comer. La Escuela En la escuela las niñas y niños estudiaban por separado. Otro colegio era el de La Compasión, lo dirigían monjas y era sólo de niñas y Jado, que era el colegio de niños, donado por Laureano de Jado.

Con 15 años, cuando andaba ya con chavales, seguí yendo a particulares en la iglesia. Esa era nuestra vida de muy niñas.

Fiestas de San Antonio, fotos de Erandio…

A veces hacíamos recados también, cuando te mandaba tu ama o alguna vecina, ibas a hacerles recados. La monja se puso rojísima de vergüenza, llamó a mi padre que era muy religioso y hubo allí un problema de Estado. Estuve castigada en el colegio todo el fin de semana, pero nadie me pegó. Las cuatro reglas y justo, justo. Tenías que entrar ya con la mano extendida, sin haber hecho nada. Te pegaban mucho, muchísimo y sin motivo. Como sacaba muy buenas notas me dieron una beca del estado que me permitió pasarme a las monjas. Para mí fue una época de mucho sufrimiento, porque en el colegio había clases y se notaba.

Mi primer uniforme me lo regalaron las monjas y el segundo ya me lo hizo mi madre porque decía que el primero estaba todo deslavado. El abrigo me lo compró a plazos. Así que desde muy jovencita fui muy consciente de que no era como el resto. Yo creo que desde los 13 años que entré en las monjas tuve conciencia de clase. La portera te preguntaba qué habías comido para saber si comías pollo y eras rica o comías alubias, que eras pobre. Hay cosas que no hoy en día no se pueden contar porque la gente vive, pero la verdad es que tanto en las monjas como en los frailes pasaban cosas que hoy en día nos llevaríamos las manos a la cabeza.

Las de la Compasión, no. Ninguna siguió con los estudios porque tuvieron que ponerse a trabajar. Estuve con las monjas pero a los 13 años tuve que empezar a trabajar vendiendo leche por las casas. Había que ayudar en casa, que no sobraba nada. Así que faltaba muchísimo a la escuela y no sabía hacer ni la o con un canuto.

A mí me enseñó a leer y escribir una vecina. Mi madre, que no quería que fuera monja, me dijo que no se lo podían permitir, así que me lo tuve que quitar de la cabeza. Cuando acabé con 18 años, sabía que no podía seguir, porque mis padres habían hecho un esfuerzo increíble para que yo llegara hasta allí. En algunos sitios daban en la iglesia, sobre todo a la gente que estaba enferma o que no tenía que comer. Era la escuela nacional, la de Goierri, con 6 o 7 añitos iba yo sola y me quedaba a un kilómetro o kilómetro y medio. Todas las niñas andando, volvíamos a comer y luego a la tarde otra vez.

La clase estaba dividida y había dos monjas, una era la madre Salomé. Era muy dura, nos hacía llorar y todo. Al llegar a la escuela, que yo iba a Larrondo, en Loiu, teníamos que cantar el Cara al Sol antes de entrar en clase. Y a los chicos les pegaban con la vara. Después había que decir: La verdad es que no sabíamos ni lo que decíamos, ni cantando ni nada.

No sé por qué, pero no se cantaba. A partir de entonces la monja la llamaba Llona, por el apellido. Y mi padre se ponía malo cuando me oía. Entre amigas y en casa sí, pero en la escuela te reñían. Nosotras algo sabíamos, pero había otras de caserío que no sabían el castellano y tenían muchas dificultades. Dependía mucho de si la maestra era buena o mala.

Las mujeres tenían pocas expectativas de seguir estudiando, aunque a algunas sí que se les pasaba por la cabeza, pero no era posible. Te creías todo lo que te decían en casa y yo de camino a la escuela iba con miedo de que me saliera. A los 15 años ya estaba trabajando.

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Le parecía impensable que mi hermana trabajara en un sitio con hombres. Otras iban donde Gloria.

Fiestas de Erandio

A la subida de Tartanga vivía Rogelia, una señora, que vivía con su nuera. Nos daba mucha rabia todos los días tener que pararnos a explicarle. Entonces fue a hablar con mis padres y les dijo que yo servía para estudiar, que él me preparaba para el Bachillerato.

Les intentó convencer, pero mis padres no querían. Mis padres me dijeron que mejor era que hiciera costura en Las Arenas. Yo prefería eso que no seguir estudiando. Así que elegí costura. Cumplí 14 años en julio y en septiembre ya estaba trabajando de dependienta en el Casco Viejo de Bilbao. Pero mi madre no me dejaba estar sin hacer nada después del trabajo y me mandó a hacer corte y confección. No me gustaba nada, yo quería prepararme para una oficina. Acabé cosiendo. La Religión La religión estaba muy presente en sus vidas, sobre todo en la época escolar.

Algunas lo recuerdan como una serie de obligaciones que tenían que hacer, pero a las que no daban mayor importancia. Sin embargo, para otras sí supuso una carga y, en muchos casos, un motivo de agobio y aburrimiento. Yo me ponía…Eso de ir donde el cura…lo pasaba muy mal. Antes todo se sabía, hasta si ibas a la iglesia o no.


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Íbamos con mantilla y hasta con velo. El luto se seguía a rajatabla, se vestían de negro las mujeres y los hombres se ponían un brazalete negro. De camino había una fuente y bebí. Mi ama me dijo que ya no podía comulgar porque había bebido…era un pecado muy grave. Se pasó todo el día pensando que le iba a pasar algo malo. Una de las participantes recuerda que cuando se murió su padre ella tenía cinco años y tuvo que estar tres de luto. Sobre todo las mujeres porque los hombres no hacían tanto.

No siempre era el mismo tiempo, con tu marido o con tus padres eran un par de años o tres, con el resto igual eran unos meses. Dependía de la gente. Mis hermanas viudas ya no lo han llevado. No tenía sentido. Novios, Matrimonio, Embarazo, Anticonceptivos Con 14 años comenzaban a ir a los bailes y a tontear con chicos, así que si empezaban a salir con uno y la cosa iba bien, normalmente el noviazgo se prolongaba años hasta que se casaban. El paso de niña a chica suponía, entre muchas otras cosas, que dejaban de llevar calcetines y empezaban a usar medias. La forma de relacionarse con los chicos era el baile.

Ellos te pedían bailar y si te gustaba le decías que sí, si no, pues nada. Zamudio era muy famoso, estaba muy bien el baile. A una amiga le rompieron todo el abrigo y ya no volvimos por. Empezamos a cambiar de camino porque nos daba miedo. Se hacía baile en un piso grande. Era sagrado. La verdad es que no solía pasar nada, pero en casa te metían el miedo en el cuerpo. Como veía que el resto de las chicas llevaba medias, le dije a mi madre que me daba vergüenza. Si se entendía que tenías novio ya era para siempre. Tenía una que le hacía unas faenas al novio… salía con unos y con otros y el pobre no decía nada.

Yo ya tenía novio, estaba estudiando pero mi novio no quería ni que estudiase ni nada, sólo que aprendiera a coser y esas cosas. Como mi novio estaba en la mili, mi amiga me usaba de carabina para quedar con otros. De joven yo recuerdo disfrutar muchísimo. Hasta que me casé. Había que guardarse, porque si te veían en el baile o en el cine la gente ya pensaba mal, y eso era un peligro. Era muy aburrido, pero era así. Con 23 años quise salir un día con mi novio y a la una tenía que estar en casa.

Era la primera vez, para que veas, pero salimos después de cenar, a las once y media, así que una hora después me estaba poniendo tan nerviosa por no llegar tarde a casa que me fui. Estaba muy enfadada con él, por dejarme tan poco tiempo, me amargó la noche. Íbamos al cine y como salíamos pronto nos íbamos al baile. Eso sí, si te veía alguien conocido te ibas corriendo para casa para que tus padres no se enteraran. Al principio volvían a casa con las amigas, pero poco a poco quedaban a solas, les acompañaba a casa, etc.

Había dos, uno rojo que venía de Bilbao a Elorrieta y daba la vuelta, y otro verde que iba hasta Algorta. Entonces el Canal de Deusto no estaba cortado, claro. Allí nos hicimos novios. Siempre me decía que no me chivara, pero yo nunca dije nada. Iba a Barakaldo a bailar, que me encantaba, pero mi madre ya me dejaba, aunque sólo tenía 14 añitos. Si no querías, no bailabas con ellos, o si a ti te gustaba uno, tu amiga te hacía el favor.

Y eso que yo tenía muchos pretendientes. Al principio ibas con las amigas, bailabas con él y luego volvías con las amigas. Pero poco a poco dejabas a las amigas de lado. No debería haber sido así, porque desde aquel momento tu vida era él y luego ya los hijos… era muy triste, aunque estuvieras encantada con él. Mira nuestras madres, no tenían otra vida que la casa, el marido y los hijos. Por no hacer el ridículo, siguió bailando durante horas y se quemó todo el pie. Así éramos de tontas. Me dijo, si te lo cortas, vas a casa.

Digo sí… fui a casa y ni corta ni perezosa, tas, tas, tas, me corté el pelo y le dije; mira por dónde has venido, te puedes ir. Las madres no les contaban nada y les daba mucha vergüenza preguntar, así que cualquier detalle que les ocurriera les generaba una gran preocupación. Tampoco preguntabas porque yo creo que no hubiera sabido preguntar. Era un tema muy escabroso. Le pregunté tres o cuatro veces y no conseguí respuesta. Cuando me casé no podía ni mirar a mi padre a la cara de la vergüenza que me daba.


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Era ridículo pero era así. Casi no me explicó nada, sólo que tenía que cambiarme. De toda la vida ha sido así. Tenía a su padre y encontraron a su tía con uno en la cama, fíjate en qué época. Cada uno hacía lo que podía, a escondidas para que no te viese nadie, pero aunque yo fui virgen al matrimonio, no fue por falta de ganas. No era lo habitual hacer viaje de novios, sólo si tenían ahorros o sus familias tenía dinero, porque no era costumbre. Poca información y mucho miedo, eso es lo que había. Te arruinabas la vida, era mucho riesgo.

No había lista de bodas, así que era muy habitual que se encontraran con regalos repetidos. No tenía problemas económicos ni nada… pues lo siguiente era casarse. Allí fui a parar yo, que de estar trabajando en la oficina, pasé a hacer vida de ama de casa de caserío. Para mí fueron años muy duros, pero mi familia era muy normalita, muy sencilla, éramos cinco hermanos y con muchas necesidades. De la oficina pasé a la cuadra. Mi marido me dijo que fuera a una academia a aprender a cocinar. Él estaba todo el día trabajando y yo echaba muchísimo de menos a mis padres y hermanos.

Cuando tuve el primer hijo me iba donde mi madre a pasar la tarde. Mi suegra se lo tomaba mal porque en el caserío se vendía leche. Vinimos de viaje de novios un lunes. Los lunes había que lavar la ropa en aquella lavadora que luego había que aclarar en el río, porque aunque había grifo en casa, decían que se hacía mejor en el río. Íbamos al río a la Cadena, donde Meisi. Yo me había operado de amígdalas 20 días antes de la boda.

Yo creo que lloré y todo. Hizo una banda de cartón. Mi hermana y su hermana eran amigas. Vivían en una casa de una patrona, hasta que nuestra vecina se murió y se cambiaron a nuestro bloque. A mí me gustaba uno de Portugalete, pero cuando vinieron a vivir a nuestro bloque me solía tocar la guitarra y yo cantaba. Nos casamos en , en la Zorrozana. Tampoco había clases de preparación para el parto ni se cuidaban tanto como hoy en día.

En el parto, a algunas no les pusieron epidural y recuerdan pasarlo muy mal. Recuerdo que me había comprado unas botas de cremallera y no me las podía abrochar, no me entraban. Entonces sólo te escuchaban un poco con la corneta esa, pero sólo se escuchaba un latido. Tampoco para los primeros meses. O tenías a tu madre o andabas perdida.

La tuve que criar sentada, para ver si se le abría. Nacieron el 25 y el 23 de diciembre. Nosotras no teníamos gran cosa, pero tampoco necesitabas. Una vez que tuvieron a sus criaturas ellas eran las que se encargaban de criarlas porque muchas no tenían ayuda de otras personas de la familia, ni se contrataban canguros como se hace ahora. Los maridos trabajaban muchas horas al día, con lo cual no se encargaban de las criaturas.

Las mujeres somos así. No les dio el biberón en la vida. Trabajaba en la huerta, pero en casa y con los hijos, nada. Fue mi marido el que se ocupó de la nieta porque mi hija estaba trabajando. El trabajo El trabajo productivo La mayoría de las participantes afirma no haber trabajado fuera de casa, aunque a medida que el proyecto avanza, las mujeres van relatando diferentes trabajos relacionados con el caserío y la venta de productos. En cierta manera, parece que su vida comienza tras el matrimonio, ya que hasta entonces formaban parte de la familia en la que se criaron y el dinero que ganaban lo entregaban en casa.

Trabajaba cosiendo en Los Encajeros, en Bilbao, y luego cuando empezó el Corte Inglés también trabajé allí cosiendo, hasta que esa parte de costura se la llevaron a Galdakao y ya me parecía ir muy lejos. En Los Encajeros trabajaba unas horas y luego me llevaba a casa el trabajo y así me estropeé la vista. Allí hacía faldones, ropa de cuna, etc. Bueno, trabajar, trabajabas, pero no se consideraba trabajo porque estabas echando una mano a la familia. Teníamos una mercería, de las primeras, donde se vendía un poco de todo.

Era un sueldo bueno, normal pero bien. Fui a Mungia con 13 años y estuve 8 años. Hacía la cama y me ocupaba del niño. Luego mientras el crío dormía yo aprendía a coser, con otras chicas que iban a aprender allí. Por la tarde paseaba al crío. La comida o la cena la hacía ella o la hacía yo, quien cuadrara. Me pagaban pesetas al mes, pero tenía comida y cama aseguradas.

No estaba mal. Como estuve muchos años, aprendí y trabajé, porque me pagaban. De hecho hoy cobro una pensión. Lo principal era estar a gusto y que te pareciera que te pagaban lo suficiente. Tampoco te planteabas tus condiciones de trabajo porque si no estabas a gusto, te buscabas otra cosa y punto. Había trabajo de sobra. Si no estaban contentas cambiaban de empresa, pero no se planteaban luchar.

Tampoco te planteabas exigir nada porque te parecía bien el horario.


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  4. Erandio - Wikipedia, la enciclopedia libre.
  5. En mi empresa y en casi todas si te quedabas horas extras porque había mucho trabajo, te pagaban también. Los hombres tampoco creo que se enteraban mucho. No se te ocurría quedarte nada porque cuando necesitabas algo lo pedías a tu madre. No me aseguraron nunca. Hasta que la madre de una chica denunció. Cuando iba a las colecciones a Barcelona en Febrero no nos pagaba, supongo que porque necesitaba el dinero para ir. Después te daba vacaciones en verano y luego tardaba unos meses en volver a darte de alta.

    Se hacía todo a mano y como se suponía que estabas aprendiendo no te daban de alta y te pagaban fatal. Hasta aquel momento no se pagaba nada. Luego volvían a cerrar el sobre y lo entregaban en casa. También tenía muestrarios de tela. Tuve que aprender sobre la marcha cómo llevar el negocio. Estuve 5 años de oficiala donde una señora que se llamaba Petra y era lo mejorcito de lo mejorcito. También estuve en Artes y oficios en el Ayuntamiento, para salir completa.

    Esta mujer recuerda con especial cariño e ilusión la ropa que hizo para una boda de la hija de una familia de muy buena posición en Erandio. En cuanto acabé encontré trabajo, porque entonces el trabajo sobraba. Una temporada estuve en Burceña, en el departamento de aguas de mi empresa.

    Allí había astilleros y las huelgas eran terribles. Si supiera que yo hubiera salido la primera aunque no nos sacaran…Pero eran mis primeros meses y yo no me quería hacer notar para que no me echaran. Al principio estaba en el departamento de administración, pero luego me pasaron a proyectos porque veían que yo manejaba información de la empresa que no les gustaba que pasara por mis manos. El propietario, al ver que estaba metida en la política, decidió cambiarme por si filtraba las cuentas, ya que en aquella época ETA secuestraba, pedía el impuesto revolucionario, etc.

    No ganaba menos pero tenía peor horario, sobre todo cuando cuadraba el final de un proyecto. Era porque mi marido se ocupaba de él, le bañaba, le ponía el pijama… yo mientras hacía la cena, recogía y hacía otras cosas. Mi tío vendía todo y se quedaba a trabajar allí en Etxeandia.

    Yo tenía que volver a casa con el carro y el burro. Tendría 14 años. Bajaba y subía por Koskoletxes, por Tartanga. Pero yo eso no consideraba que fuera un trabajo. Javier Urra: Rafaela Romero PSE: La infidelidad, a debate: Reclamaciones en vacaciones: Analizamos el perfil de los políticos con una experta. Dos 'cosplayer' visitan ETB: Una nueva droga llega a Euskadi: Homenaje a la piragüista Maialen Chourraut en Donostia.

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